miércoles, 5 de diciembre de 2007

DESPUÉS DE LA DISCO

Javiera continuaba mirando esos ojos enigmáticos mientras trataba con desesperación de llevar aire a sus pulmones inundados de sangre. Esos ojos le llamaron profundamente la atención en la penumbra de la discotheque hacía pocas horas.

--¿Con quién andai?- le había preguntado.

Ella como una tonta se quedó muda en medio del ruido de la música, pegada a esos ojos.

--¿Querís bailar conmigo?

Y sin esperar respuesta la llevó hasta el centro de la pista con decisión.

Bailaron largo rato, sin respiro. En un momento le dijo:

--Espérame aquí que voy a buscar unas bebidas a la barra y se alejó con ligereza.

En eso la Sandra aprovechó para acercarse y con cierto enojo le dijo:

-¡Oye, qué te pasa! Si andai conmigo puh, no me dejís sola.

--¿Qué?- le preguntó con un grito Javiera.

--Que no me dejís sola, estai atinando y yo no.

En eso se acercaron esos ojos preciosos y le entregaron un vaso.

--¿Querís fumar?- le dijo alargando un cigarro encendido ignorando a Sandra.

Javiera no había fumado nunca, bueno, sí, algunas veces en el baño del liceo pero se atoraba entera, esta era la primera vez que lo haría en serio y tenía que dar una buena impresión, no quería pasar por pendeja. Alejó de sus pensamientos a su mamá que a regañadientes le dio permiso cuando la Sandra fue a buscarla.

--Ya pus tía déle permiso, si regresamos temprano, no ve que estoy de cumpleaños y con quién voy a ir sino es con la Javi, ella es mi mejor amiga.

El humo la atoró, tomó un sorbo del vaso para contener la tos que le ahogaba, menos mal que en la opacidad no se notaría su cara roja, ni las lágrimas que rodaban por sus mejillas.

--Ojalá no se me corra el maquillaje-- pensó sin poder apartar la vista de esos ojos azules que la tenían atrapada. No podía descifrar esa mirada, firme y tierna, esquiva y penetrante, casi violenta, rebelde, tan desafiante como el fuego que sentía ella cuando su mamá se ponía pesada.

--Mira cabrita, tu no me hacís lesa a mí, que cuando tu vas yo vengo de vuelta--

Le daba tanta rabia que su cabeza parecía explotar, se sentía una prisionera, por eso venciendo sus temores de vez en cuando hacía la cimarra con sus amigas para ir a pasear al centro de la ciudad.

--¿Querís otra bebida?- le preguntó y sus ojos brillaron aún más con el resplandor de los focos.

--No - fue todo lo que respondió pues se sentía mordisqueada por un estremecimiento que no lograba definir. ¿Miedo o emoción?. Él continuaba mirándola incluso al ritmo frenético de la música. Ni siquiera se dio cuenta que la Sandra la sacudió de una manga y le gritó:

-- Javi, vamos que es tarde.

Él la tomó de una mano y en un abrazo la llevó a sentarse al sillón fuera de la pista. No vio a su amiga abandonar la disco. Se quedaron largo rato mirándose tomados de las manos, descansando, fumando él. Luego siguieron bailando, esos ojos pasaban de la ternura al frenesí que a ella la conmovía. No podía definir ni escuchar las emociones que le provocaba esa mirada, un cierto instinto en lo profundo de su ser la hacía protegerse levemente y otra parte de ella se dejaba llevar por el embrujo, no sabía su nombre ni su edad, veinticinco o tal vez veintiocho años. Lo único claro para ella era que su mirada la atraía y magnetizaba.

--Vamos--le dijo en un momento--es tarde, te voy a dejar a tu casa.

Salieron sigilosamente, él casi furtivo. El sol del amanecer aún no llegaba. Sin darse cuenta se encontró fuera del auto en esa explanada, las luces de la ciudad se destellaban a lo lejos y sus ojos siguieron mirándola, frenéticos, ajenos y todavía embrujantes. Podía ver la hoja brillante del cuchillo que subía y bajaba una y otra vez en un rito absurdo, ya no sentía el acero penetrar su carne, el vientre, el pecho, las piernas. El metal tenía el mismo brillo que esos ojos, fueron ambas cosas lo que Javiera vio por última vez, sólo lamentaba que su mamá estaría en pie, esperándola, preocupada por no haber llegado temprano a casa con la Sandra como lo prometió. No, ella prefirió irse con esos ojos que la subyugaron y que ahora la miraban con insana furia mientras le quitaban la vida.

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